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martes, 18 de agosto de 2015

El señor Kelson

“Ahora que ya conocéis vuestro cometido, id y encontrad lo que preciso,    tenéis cuatro días para lograrlo, no me defraudéis.” Y dicho esto, la pira llameante que formaba la aparición de Doppelgänger se apagó.

Sombra les indicó que, puesto que ahora ya trabajaban juntos, no había razón para volver a vendarles los ojos y que podían irse libremente. Los héroes comenzaban a marcharse cuando les dedicó unas últimas palabras. “Si no sabéis donde obtener la información necesaria para hallar lo que mi maestro os reclama, acudid a Kelson Thistton, el dueño de los establos, ese hombre tiene ojos por todas partes.”

Los héroes asintieron y salieron del lugar, que para su sorpresa, resultó ser una vieja destilería enana abandonada a las afueras de la ciudad. Una vez ubicados, los héroes estudiaron el plan a seguir. “Bien, puesto que soy el explorador, veo más razonable que sea quien se encargue de buscar información sobre el dragón.” Expuso Élencor. “Yo me encargo del tarro, así dejo en manos del mago el asunto del libro, que sin duda es más ducho que ninguno de nosotros en asuntos arcanos - Se aventuró a responder Álesmir – Puedo empezar preguntando al tipo de los establos que ha sugerido Sombra.” - Concluyó. “Pues en ese caso yo acompaño al mago, por si sus conocimientos fallan y necesita algo de músculos.” - Zanja Quarion, acabando así el reparto de tareas. Contentos con la división de cometidos y sin darse cuenta de que su trabajo en equipo comienza a ser notable, los héroes se separaron para cumplir lo antes posible con su cometido.

Una cualidad esencial para un explorador es la determinación y rapidez de actuación, así pues, en cuanto llegó a la plaza del pueblo, Élencor se encaramó a una caja que allí se encontraba y con los brazos extendidos vociferó la siguiente pregunta “¿Hay alguien aquí capaz de ayudar a un intrépido explorador en su cacería de un dragón negro?”
Como ya se ha comentado, actuar rápido y con determinación es algo esencial en un explorador, pero tal vez Élencor debió haberse planteado que la plaza del mercado no es un lugar tan indicado como una taberna para buscar un habilidoso mercenario. Sus palabras fueron respondidas con miradas de asombro y pavor, algunos cuchicheaban sobre lo dura que debe ser la demencia, otros rieron al verlo y las madres taparon los ojos a los niños que señalan apasionados al valiente “busca-dragones”.

Decepcionado por el resultado obtenido, descendió de un salto de la caja cabizbajo, dispuesto a marcharse abatido cuando recayó en la presencia de una figura ante él.
“Con que un dragón negro ¿eh? Hay que tener valor para eso, pero estás de suerte, puedo decirte donde encontrarlos.” - Le dijo el desconocido - “¿y tú eres?” - preguntó el elfo -  “Kelson Thistton, a tu servicio.” - A pesar de reconocer el nombre, Élencor prefirió no demostrarlo - “Encantado. ¿De verdad puede decirme dónde encontrar un dragón negro por esta zona?” Insisitió el elfo “Por supuesto, cerca de aquí, al sur, hay un pantano que frecuentan esos bichos, además estamos en época de reproducción, por tanto, es relativamente fácil toparse con alguno.” Respondió sonriente. 
Ambos se despidieron y Kelson comenzó a alejarse cuando de pronto Álesmir apareció, acaba de llegar al mercado cuando divisó a su compañero. “Vaya, siempre te pillo hablando con desconocidos, ¿Cómo ha ido el tema del dragón?” Soltó el guerrero. “Ese tipo me ha dado la información que necesitamos, hay un pantano cerca y parece ser que en esta época del año hay dragones negros por la zona. ¡Ah! por cierto, era Thistton, ¿Tú no lo estabas buscando?” El semi-elfo puso los ojos como platos y dejó escapar un gruñido al tiempo que sale corriendo tras el dueño de los establos mientras el elfo se dirige a la taberna riendo tranquilamente. 

jueves, 13 de agosto de 2015

Expediente Edduard Harowl - La Llamada de Cthulhu (Parte 4)

Nuestros investigadores se personaron en la casa de la familia WaylandTras presentarse y mantener una breve conversación con los padres sobre su vecino desaparecido, pasaron a inspeccionar a la pequeña. Bajo el pretexto de ser biólogo, Agno exploró a la niña. Toda conclusión que pudo extraer era que la pequeña estaba falleciendo poco a poco. Era como si algo le consumiera la vida muy lentamente. Sin saber muy bien qué hacer, los investigadores decidieron quemar su única vía e ir en busca del libro que se citaba en el diario de Edduard.

Tras unas cuantas charlas con la responsable de la biblioteca y unas horas de inmersión entre tomos, dieron con el libro que buscaban. Su lectura transmitía las mismas ideas inverosímiles que el diario de Harowl. Únicamente añadió un nuevo dato a la investigación, el tal Kuranes aseguraba que con un objeto adecuado y puro se puede entrar de forma física en la Tierra de los sueños, eso sí, tendrían que encontrar el sitio correcto desde donde acceder. Según aconsejaba, una madriguera de Gules era el sitio más directo.
            
Desorientados. Perdidos en la investigación, decidieron acudir a la fuente de toda información sobrenatural. Al llegar a casa de Luií y ver que este no contestaba, decidieron probar a entrar. La puerta estaba abierta y no dejaron pasar la oportunidad. Una vez dentro de la casa encontraron al periodista tirado en el suelo, sujetando con fuerza una hoja de papel. Enseguida reconocieron el fragmento, pues tenía el mismo todo que las hojas del diario de Edduard. Tras tomar el pulso del convaleciente Luií, y ver que seguía con vida, arrebataron la hoja y fueron a por ayuda. El doctor estabilizó al amante de lo sobrenatural. Tras achacarlo a un ataque de estrés, recomendó reposo. Luií volvió en sí y preguntó por la investigación. Los investigadores, después de haber reprochado que robara el fragmento del diario, lo pusieron al día. Ya se estaban marchando cuando el señor Arth acabó de sincerarse; les envió a recoger un objeto que guardaba en un pequeño cajón. Dicho objeto era una antigua llave de plata. Tenía grabado las iniciales A.H.L. Todos coincidieron en que sería buen momento para hacer otra incursión en casa del patrón. Al darse cuenta de la hora dejaron la visita para otra ocasión.


Amaneció y el pueblo de Brextón se despertaba consternado. La pequeña de los Wayland había fallecido. Por si la noticia no fuera lo suficientemente desgarradora, Britanny Hudson había empezado a desarrollar los mismos síntomas que Amy. Sus padres se temían lo peor.