Translate

miércoles, 22 de octubre de 2014

La aparición de Sombra


Reunidos de nuevo, los cuatro nuevos héroes de Valle del dragón disfrutan de la cena, aunque no tanto de la compañía de los otros. Mientras que los eladrines han entablado una vana conversación sobre su mística tierra natal, el reino de las hadas, Élencor, se ha desplazado, de tal manera que aunque sigue compartiendo mesa con ellos, quede patente su animadversión a la compañía de otros seres. Álesmir por su parte, disfruta de la cena sin mediar palabra.
De pronto, un enano se sienta de golpe y apoya una jarra en la mesa, derramando parte de su contenido. “Bienaventurados sean los héroes.” Vocifera. Todos le observan sobresaltados, sin acabar de comprender su presencia. El semi-elfo, de pronto, responde al recién llegado en enano. “Habrase visto, un orejas puntas hablando enano.” Exclama en su lengua. A pesar de la sorpresa, los otros comienzan a hacer preguntas. Cáralos no tarda en exponer lo que ha descubierto acerca de la firma. El enano no sabe sobre ella, el único mago del que él ha oído hablar era el mago de la fortaleza, Zacarus, quien desapareció misteriosamente en el bosque años atrás, llevándose consigo todas sus pertenencias mágicas y sus libros. Antes de darlo todo por perdido, Álesmir pregunta si conoce a aquel que firma la carta, un tal Doppelgänger,”No se que es un Doppelgänger.” Responde este.
Aun habiendo hablado en enano, los demás héroes entienden sin dificultad alguna aquel nombre que sin duda también aparece en sus cartas. Es ahora, para sorpresa de todos, el elfo quién toma la palabra. “Yo también busco a ese tipo. He estado investigando y he descubierto algo sobre una taberna en los bajos fondos. Creo que deberíamos ir todos.” “Vaya, ahora resulta que sí estabas investigando cuando nos hemos encontrado antes.” Responde el semi-elfo, visiblemente mosqueado. “Pues sí, y voy a necesitar ayuda, aunque preferiría que no fuera de un sucio semi-elfo como tú.” El mago no tarda en poner paz e intentar organizar el grupo, pues cree que pueden trabajar bien en equipo. Tal vez hasta sea verdad.
Una vez en la posada, el elfo no tarda en localizar al encapuchado que se sienta en una mesa del fondo. Sin sopesarlo, da un paso rápido, con claras intenciones de abalanzarse sobre él. Rápidamente, el semi- elfo y el mago lo paran. “¿A dónde diablos vas, no puedes hacer esto en un lugar así, espera aquí, vamos a obtener algo de información antes.” Dicho esto, Álesmir se dirige a la barra, coloca una moneda boca abajo y con un ligero movimiento de cabeza señala al encapuchado. “¿Qué puedes decirme de él?” El posadero, un tíflin, lo mira de arriba abajo. Por su expresión deja claro no solo que no va a hablar, si no que aquello le resulta gracioso. Una pequeña carcajada confirma la duda. “Lo siento chico, pero no sé nada de él.” Con un gesto, le muestra un cuchillo oculto en la correa de la mochila que cruza en su pecho. “Se ven muchos de esos por aquí” responde este, sin lugar a dudas la intimidación no funciona. De pronto, el mago aparece. “Dinos lo que sabes, tenemos fuera un ejército, así que ya sabes lo que te conviene.” Un sutil movimiento de su mano y se escucha el sonido de cascos de caballos y golpes de armaduras fuera de la posada. Desgraciadamente, no lo suficientemente sutil. El tíflin, curtido en engaños, lo nota y consciente de que es un mero truco, vuelve a soltar una carcajada. “Claro, un ejército.” Espeta burlón.
Justo cuando las cosas no podían ir peor, aparece el otro eladrín, que sin pensárselo, muestra parte del filo de su espada al posadero. “¿Ves mi espada?” pregunta amenazante “¿Sí? Yo también tengo una.” Responde desenvainando la suya, mostrándola a los tres aventureros. “Ya está bien de tonterías.” Dice el semi-elfo, poniendo otra moneda sobre la mesa. De nuevo, otra risa burlona. ¿Es que nada funciona con este hombre? “Chicos, de normal no haría esto, pero me habéis caído bien. ¡SOMBRA! Preguntan por ti.

lunes, 13 de octubre de 2014

El fin del Mundo - Apocalipsis en Valencia (Parte 2)

-Hago una pausa y bebo un poco de agua para calmar los nervios y recomponerme- Lo que habíamos vivido hasta ese momento nos había parecido una locura, pero la verdad es que la pesadilla sólo acababa de empezar. Solamente habían transcurrido unos minutos desde que habíamos dejado la sala de espera de aquella clínica y un coche patrulla aparcó delante de la puerta. Uno de los agentes bajo y nos preguntó si estábamos todos bien.  –La tristeza  del recuerdo anida en mi mente. El dolor y la culpa se reflejan en mi cara. –Debí haber permanecido callado pero por desgracia para él no fue así. Sin pensar en el protocolo de seguridad que estaban siguiendo les dije que si podían ayudarnos con nuestro amigo Valentí, que estaba herido y necesitábamos ayuda. Sin dejarme acabar la frase el policía desenfundó el arma y observó la herida de Valentí, sin decir nada a nadie disparó.

                El ruido del arma nos golpeó a todos. Aquella jodida broma no pensaba acabar nunca… sin duda alguna el peor trago fue para Xoco. Ver morir a Valentí fue algo que nunca podremos olvidar. Pero sin duda alguna fue algo que rompió a Xoco por dentro. El policía se alejó un poco de nosotros y nos pidió que levantáramos las manos, quería pasar inspección. En ese momento todos pensamos en Lucía, también había sido mordida y viendo la suerte que había corrido Valentí no esperábamos un final distinto para ella. Mientras el agente hacía la ronda de inspección ella intentaba cubrirse la herida, mientras Carras y yo nos miramos entendiendo que, si el agente pretendía disparar a Lucía tendríamos que hacer algo. Los dos asentimos y esperamos a ver qué era lo que ocurría. Cuando el agente le pidió a Lucía que le enseñara los brazos esta se mostró reticente; bajo amenaza de pistola acabó cediendo y el policía vio la herida. Carras y yo nos volvimos a mirar. Contando mentalmente para abalanzarnos y cuando estábamos preparados para cometer la locura, el arma empezó a bajar poco a poco. El agente se dirigió al coche y le dijo a su compañero que estábamos limpios.

                La tensión acumulada del momento se liberó de golpe y estuve a punto de vomitar. Cuando pensábamos que por fin éramos libres, el agente nos preguntó cómo se había contagiado nuestro amigo. Tras un breve silencio Xoco le explicó al policía todo lo sucedido con mi compañera de piso. El agente palideció al escuchar lo de la mordedura provocada por mi compañera y mirándome me grito de forma desagradable –“¿Dónde vives?”- tensé los músculos y me mantuve en silencio. Ya había muerto alguien por mi culpa y no pensaba dejar que se repitiera de nuevo. –“¿Dónde vives chico? No pienso repetirlo”- Aquella vez la amenaza fue acompañada a punta de pistola. Alex reacciono frente a la amenaza y le dijo al agente que él los llevaría hasta el edificio a cambio de la porra que llevaba. Al policía no pareció hacerle mucha gracia la verdad, nos echó una mirada cargada de aires de superioridad y tras un pausado silencio despasó la porra y se la tendió a Alex. –“Más vale que no vayas de listo”- Parece que el juego sin las amenazas no era el fuerte de aquel agente de policía.
                No había suficiente espacio para todos en el coche así que fuimos andando. La verdad es que el camino de regreso se hizo bastante más largo. Mi negativa de llegar me costó un par de golpes y estirones. Una vez en el portar me pidió amablemente a punta de pistola las llaves y yo le contesté que podía buscarlas si quería, pero que yo no se las daría. El cacheo no les hizo perder mucho tiempo ya que el pantalón sólo tenía dos bolsillos. Probaron las llaves y entramos. Alex los acabó de guiar hasta la habitación, mientras tanto Carras y Yo entramos en la cocina y nos hicimos con los cuchillos más grandes que encontramos. Recuerdo que estábamos hablando de algo cuando un par de disparos cortaron la conversación. Supe rápidamente lo que aquello significaba y solté el cuchillo para correr lo más rápido posible hacia la habitación de mí compañera. Su cuerpo descansaba inerte enredado en una maraña de sabanas. Su brazo desencajado y medio arrancado del forcejeo, del intento de escapar de aquella jaula de tela; y… lo más impactante de todo fue el orificio de su cabeza, el cual todavía humeaba. Yo me quedé absorto contemplando el cadáver de mi compañera, ajeno a todo lo que ocurría en la casa. Al volver en mí y salir al comedor con todos, escuche a Alex despedirse del grupo. Se iba con los policías. Estos iban a llevarlo a su casa. Quería asegurarse de que su familia estaba bien.


El golpe de la puerta al cerrarse me ayudó a concentrarme. La casa estaba diferente… no estaba todo en su sitio. Los papeles de encima de la mesa estaban de forma diferente a como los habíamos dejado. Estaba seguro de ello ya que no pudimos empezar la partida de rol.

jueves, 9 de octubre de 2014

La firma del mago

 Aquí dejo el seguiente capítulo de la historia, espero que la disfrutéis:


De camino a la posada donde se celebraría el banquete en su honor, Álesmir se cruza con la mujer a la que había salvado en el mercado, esta corre a abrazarlo muy agradecida. Aprovechando la situación, comienza a preguntarle por lo ocurrido en el mercado, especialmente por aquel encapuchado. Al principio se muestra reacia, pero termina cediendo ante la insistencia de su salvador “No conozco al hombre, pero estoy segura de que lo encontrarás en la Bodega del goblin astuto, pero ten cuidado, ahí se reúnen muchos mercenarios, ese sitio no es trigo limpio.”

Caminando feliz con su melocotón, Quarion llega a la antigua residencia y encuentra la puerta forzada y la casa patas arribas, signos claros de un reciente registro, aquello le inquieta y se marcha del lugar meditando sobre que podría haber sucedido y quién era el responsable de aquello, sin saber que aquella misma mañana lo había conocido y se disponía a reunirse otra vez con él en un par de horas.

Un eladrín ataviado con túnicas de aspecto arcano entra en la armería de un enano. La escena, del todo inusual, no termina ahí, pues este comienza a hacer preguntas por unas extrañas runas “Si quieres saber de esas cosas, ves a hablar con la bruja tíflin, yo no entiendo de esto.” Sin perder la esperanza, el mago le muestra otro símbolo, aquel había visto en la túnica del encapuchado, el mismo que el de aquella extraña carta. “¿y esto le suena de algo?” Tamaña sorpresa al ver la expresión del enano. “Por supuesto, ¿acaso tú no sabes lo que es? Es la firma de un mago, no puedo decir de cual, pero es eso, sin duda.” Al escuchar estas palabras, Cáralos hizo un ejercicio de memoria y recordó haber visto una firma similar tiempo atrás, pero con ligeras variaciones, por eso no había podido relacionarlas hasta ahora, sin embargo, era incapaz de recordar donde la había visto. Demasiados libros mágicos habían pasado por sus manos y recordarlo todo con exactitud se tornaba una laboriosa tarea. No tardó en marcharse de allí, no sin antes preguntar por algún arma que pudiera interesarle a sus potenciales nuevos compañeros.


Como habían acordado, Élencor acude a la orilla del río. El mismo hombre de la taberna le espera. Un saludo seco y sin más dilación vuelve a preguntarle por lo ocurrido. “No puedo contarte mucho, pero si buscas respuestas, ve a la Bodega del goblin astuto. Pero ten cuidado, es un lugar peligroso, no conviene ir solo.” “Gracias pero yo acostumbro a ir solo, no necesito a nadie más.” Le responde el elfo tajante. El hombre percibe la hostilidad del interlocutor y se marcha rápido. Élencor se dispone a hacer lo mismo cuando se topa con Álesmir. “¿Y ese tipo? Supongo que estás investigando sobre lo ocurrido esta mañana.” “Esto no tiene nada que ver con eso – responde al semi-elfo, que con su perspicacia percibe la mentira – Era un asunto personal.” Lo que le faltaba un semi-elfo curioso. “Oye, si necesitas ayuda podríamos prestártela.” Le respondió este. “Yo hago las cosas solo, además preferiría que me violara un kobol a que me ayudara un sucio semi-elfo como tú.” Hacía ya tiempo que Álesmir no escuchaba aquella expresión, casi había olvidado como era relacionarse con los elfos. “Está bien maldito elfo, tú mismo.” Y así se dio por zanjada la conversación.

miércoles, 8 de octubre de 2014

El fin del Mundo - Apocalipsis en Valencia (Parte 1)

Todavía recuerdo el día como si fuese ayer. Aunque hace algún tiempo que se controló la epidemia la verdad es que no me gusta recordarlo. Ese día perdí mucho. En realidad todos perdimos mucho. El mundo perdió la vida…
Habíamos quedado en mi casa para jugar una partida al Fin del Mundo. Valentí iba a estrenarse como Director de juego y, además, teníamos a un compañero nuevo de partida. La quedada en el metro no tuvo el éxito deseado, tal y como estaba acostumbrado el grupo , llegamos tarde. Hasta las cinco menos cuarto no estuvo todo preparado para empezar aunque… nunca llegó a llevarse a cabo la partida.
Una de mis compañeras de piso se encontraba mal y se había quedado descansando en su habitación. – “Un error fatal para nosotros” - Valentí se cruzó con ella cuando iba al baño y para su sorpresa ella le atacó. Yo lo vi desde mi silla y la verdad quedé desconcertado… María no era una persona violenta pero, en ese instante, juraría que era furia animal lo que inundaba sus ojos y salvajismo lo que movía sus músculos. Valentí la redujo y la encerró en su habitación. Tras curar el mordisco de su brazo lo llevamos a una clínica privada cerca de casa ya que la herida se había puesto fea. Al llegar a la clínica vimos que el caos se apoderaba de Valencia. La sala de espera estaba a rebosar de moribundos y no pasaron ni dos segundos cuando la plaga se desató. Valentí quedo inconsciente debido a la fiebre y el malestar. Acto seguido un hombre se desplomó y convulsionó hasta morir, o al menos es lo que pensábamos todos, ya que las reglas de la biología se desintegraron al ver cómo aquel cadáver volvía a la vida. La pobre mujer de aquel muerto se llevó la peor parte, un mordisco en la yugular y un caos de dolor y gritos. La sala se sumió en un locura de intentos de sobrevivir y muertos volviendo a la vida. Carras cargó con Valentí mientras Xoco ayudaba a Lucía, que en aquel momento había sido mordida, mientras tanto Alex y yo intentábamos abrir paso hasta la salida.

Una vez fuera atrancar la puerta fue la mejor decisión que se nos ocurrió, aunque condenamos a algunos médicos y pacientes a la muerte, la plaga quedó contenida dentro de la clínica. Intentábamos entender que estaba pasando. Xoco se preocupó por ver la herida de Lucia. Carras y Yo inmovilizamos a Valentí atándolo a una verja con los cinturones como medida de precaución, por si decidía volver a la vida.